Él surtía gasolina a las guaguas que operaban en aquella estación, ella era usuaria de una de las guaguas de las 20.40 cuya ruta empezaba tras pasar por ese surtidor situado a la salida de la estación. Aquel día, en aquel momento, ambos desconocían lo que estaba a punto de ocurrir, él llenaba el depósito de la enésima guagua de la tarde, ella guardaba el bono en el bolso, entonces la casualidad quiso que se mirasen y ellos obedecieron. Fue un cruce de miradas fugaz, un instante que supuso una manguera con vida propia derramando gasolina por doquier, una trilladura con la cremallera del bolso y una huella indeleble en el corazón de dos personas tan distintas y a la vez tan iguales... Ninguno de los dos sabía que aquel día cualquiera a las 20.42 las mariposas se instalarían en sus tripas y los sueños volverían a sus vidas. Sueños, ¡quién lo diría!, tratándose de ellos. La vida de Marcos nunca había sido fácil, la de Elisa nunca había carecido de dificultades.
3 comentarios:
Gracias por venir,me voy a quedar un rato aquí flotando en una esquina.
Mil besos o dos mil.
pero los dos se encontraron y eso es lo unico q importa
que bien escribes!!
he continuado la historia, espero qeu te guste
un besazo
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